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Importancia de los vínculos

El ser humano es un ser social que está inmerso en un entorno social, formado por el entramado de vínculos y relaciones que lo determinan desde el momento del nacimiento.

Al mismo tiempo que el medio influye sobre él, el ser humano modifica el contexto social constantemente con su intervención, con sus interacciones, con su accionar social.

Reconocemos la importancia de los vínculos desde edades tempranas. Las personas necesitamos de la relación con el otro, constituyéndose el vínculo en condición de subsistencia desde el momento de nacer.

 

El recién nacido necesita del pecho materno para alimentarse, y expresa esa necesidad del único modo que conoce: a través del llanto. La madre decodifica el pedido del bebé y acude a satisfacer esa necesidad, brindándole satisfacción inmediata.

Esa sensación de gratificación es uno de los primeros elementos que constituyen el vínculo primario entre la madre y el bebé.

Pero la asistencia materna va mucho más allá del mero hecho de alimentarlo, su asistencia lo contiene afectivamente, dando así uno de los primeros pasos en la construcción de un vínculo con su bebé.

Cuando la madre mira a los ojos al recién nacido, ambos establecen un lazo afectivo invisible a través de una conexión visual que también es fundamental en esa construcción vincular.

La atención primaria materna, fundamental en la constitución de la subjetividad del niño, aparece desde el momento en que la madre sostiene a la nueva personita con sus brazos, la abraza con su calidez y la mira a los ojos atentamente mientras la alimenta.

El grupo familiar es fundamental en la primera infancia para cubrir las necesidades de alimentarse, vestirse, asearse, recrearse, y es la primera escuela en el aprendizaje del relacionamiento social.

En la adultez, y pese a la aparente autonomía del ser humano maduro, seguimos necesitando de la relación con el otro, del vínculo.

El otro funciona como soporte y sostén, como contención y continente de su escenario de vida. En algún momento el otro es necesario, y yo soy necesario para el otro.

El otro nos significa cuando nos mira a los ojos, cuando recuerda nuestro nombre tocando el punto más sensible de nuestra identidad, cuando nos pregunta cómo estamos, cuando nos escucha. El otro es importante para significarme a mí, como yo lo soy para significar al otro.

Todo lo que el otro es para mí y lo que yo soy para él forma parte del mundo interno de cada uno de los sujetos que se vinculan. La internalización del otro sucede adentro nuestro, en nuestra interioridad cuando nos reconocemos mutuamente, cuando podemos percibir lo que el otro piensa y siente.

En la parada de colectivos, todos los días a la misma hora, la misma gente espera compartiendo un espacio y horario. Pero esa gente que no se conoce, que no se internaliza el uno al otro, que no sabe sus nombres, que no intercambia pensamientos ni emociones, no constituye un vínculo.

La importancia de los vínculos está en su capacidad de brindar soporte, sostén, contención. Al igual que los espacios grupales que permanecen unidos con regularidad, que se frecuentan asiduamente, que se reúnen convocados por un objetivo común, también cumplen la misma función.

En tiempos de incertidumbre y de crisis social, los espacios grupales son muy valiosos para contener la angustia, la desesperación, la falta de paz.

Incorporarse a un grupo con el que se comparten afinidades es un buen paso, para dar lugar después al sentimiento de pertenencia, que precede a la integración.

Las buenas relaciones interpersonales nos permiten sentirnos acompañados en la resolución de los miedos, las ansiedades y las dificultades cotidianas.

Debemos aprender a relacionarnos para construir buenos vínculos, aunque no siempre es fácil. Es importante saber gestionar las emociones personales y salirnos de nuestra propia necesidad para tratar de entender la necesidad ajena.

Especialmente en tiempos de pandemia, la importancia de los vínculos está puesta de relieve. No podemos estar aislados. Aún cuando no es posible el contacto cara a cara, los vínculos siguen cumpliendo su función fundamental.

Un llamado telefónico o un contacto virtual pueden determinar el cambio de ánimo en un sujeto desesperanzado, y quizás hasta salvar una vida. Estar disponible para el otro, estar dispuesto a la solidaridad con la necesidad ajena pone de manifiesto los valores que guardamos adentro.

La iglesia es un lugar de reunión que también de modo virtual funciona como soporte emocional y espiritual. Los miembros del grupo suelen mantener la reciprocidad, la ayuda mutua, el sostén recíproco apoyándose unos a otros.

El otro es ese que recuerda nuestro nombre, que nos ha tenido en cuenta, que sonríe cuando nos ve, que ha pensado en nuestra necesidad, que ha sostenido su oración por su hermano.

La Biblia también nos recomienda mantenernos vinculados: “Dios dijo en el huerto del Edén: No es bueno que el hombre esté solo”. Gén 2.18

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